Los dos últimos años en el tenis masculino han tenido a Novak Djokovic y Andy Murray de dominadores. Incluso ya se hablaba de una nueva gran rivalidad en el tenis, que tomaba el relevo del clásico duelo entre Roger Federer y Rafael Nadal. Pero el suizo y el español han regresado, cuando pocos lo esperaban, para parar el reloj del tiempo.
Federer, que no ganaba un Grand Slam desde Wimbledon 2012, se ha impuesto en dos esta temporada, algo que no hacía desde 2009. Ayer tocó de nuevo la gloria convirtiéndose en el tenista más longevo en coronarse en la hierba de la Catedral del tenis. Marin Cilic, lesionado en un pie, fue un invitado a la fiesta que terminó con un 6-3, 6-1 y 6-4
Nadal había ganado hace un mes en Roland Garros y lo había hecho sin ceder un set. El suizo no quiso ser menos y logró algo que sólo una vez estuvo a su alcance en Australia 2007. Con todo, Rafa y Roger se reparten los tres primeros majors del calendario, recordando viejos tiempos, como 2006, 2007, 2009 y 2010. El balear es el número uno del año y su gran rival el segundo. Están condenados a jugarse el cetro ATP en lo que resta de ejercicio.
Al favoritismo de Federer en la Catedral del Tenis se le unió un aliado inesperado. Cilic estaba lesionado en su pie izquierdo y apenas aguantó en buenas condiciones un set. La impotencia por no poder plantar cara le hacía llorar en la silla de cambios. En el jardín del tenista de Basilea sólo podía ganar él. Había pasado tanto desde su último triunfo allí que no acababa de creérselo.
Nadie tiene más entorchados en Wimbledon. Sus ocho títulos superan en uno a Pete Sampras. Si el físico le respeta -el 8 de agosto cumple 36 años- puede aumentar su tope de majors. Suma 19.
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