Guiada por el genial centrocampista, una buena España derriba el muro checo con un gol de Piqué en los últimos minutos. Cuando el gol se pone testarudo puede que haya que esperar 87 minutos, lo que tardó España en derribar la fortaleza checa.
Lo mereció con creces y a todos se lo brindó Piqué con un cabezazo terminal tras una asistencia de Iniesta, a cuyos pies de violinista debe La Roja buena parte de su victoria. El manchego dictaminó su enésima exhibición, otro concierto sublime, un repertorio de temple, fintas, arrancadas, frenadas, pases para el delirio... Iniesta, Messi de rojo, fue un simposio de fútbol del bueno, el que tuvo España. Solo una sobredosis de infortunio, un estupendo Cech, al que se le ha parado el reloj vital, y una zaga checa de hormigón angustiaron a los de Del Bosque hasta el último aliento.
Hasta que se hizo justicia con Piqué, a los españoles el azar les negó lo que el juego les hizo merecer.

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