Michael Phelps derribó el penúltimo muro en su carrera por dejar la huella más profunda de la historia del deporte olímpico. Lo hizo en la noche del miércoles, en los trials de la federación de Estados Unidos, en Omaha, donde se clasificó para sus quintos Juegos al imponerse con comodidad en la final de los 200 metros mariposa. Adelantó en casi un segundo a Tom Shields en el primer largo (24,95s por 25,45s) y mantuvo la ventaja durante los 150 metros restantes. Tocó la placa en 1m 54,84s. La sexta marca del año.
Se mostró nervioso más que feliz. “Me está costando dejar de hacer una brazada extra en los virajes; debo ajustar más”, había lamentado en la víspera. No lo consiguió del todo. Su marca estuvo lejos de ser espectacular pero al concluir, todavía en el agua, se quitó el gorro de látex y en medio del bullicio mostró la mano abierta recordando que era su quinta clasificación olímpica y que ningún nadador estadounidense lo había logrado antes. “Ha sido mi último 200 mariposa en territorio de Estados Unidos”, dijo. “Lo importante era entrar al equipo. Después de todo lo que sucedió, y después de haberme tenido que preparar como lo he hecho para este regreso, creo que esta ha sido la zambullida más difícil de mi vida. No me sentí cómodo ni en las series ni en la semifinal; y realmente tampoco me he sentido muy cómodo esta noche".
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