El estadounidense le robó el protagonismo desde un principio, en busca de la sorpresa mundial, pero el olimpo está diseñado para los dioses y Bolt es el de la velocidad.
El jamaicano no rompió ningún récord mundial (9.58) tampoco olímpico (9.63), pulverizó en casi dos segundo la ventaja que tenía Gatlin quizá hasta los primeros 70 metros.
Entonces la espigada figura, la fuerza y vigor trabajaron como una locomotora en los músculos de Usain, que comenzó a tragarse el tartan azul del Estadio Olímpico. Era ensordecedor.
Bolt-Gatlin, Gatlin-Bolt. No más espacio para la gloria. El caribeño cazó a su rival en los últimos metros. El esfuerzo del neoyorquino hacia parecer que le alcanzaría hasta el final, pero Bolt estaba preparado para la gloria.
Las zancadas de Usain parecían resortes que lo impulsaban a la victoria. Los segundos finales, cual guepardo en su hábitat alcanzó a su rival y lo rebasó en forma impresionante para dirigirse a los laureles.
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