NÁPOLES -- El Real Madrid avanzó a cuartos de final de la Champions League gracias a la victoria por 1-3 sobre el Nápoles en la que Sergio Ramos volvió a ser el gran protagonista.
Cuando más oscura pintaba la noche para el equipo merengue y se presagiaba un naufragio, el capitán blanco sacó el carácter para desentumir al equipo merengue con un doblete que apagó lo que parecía la reacción del conjunto napolitano, que terminó perdiendo 6-2 en el global ante el todavía campeón del torneo.
Durante una hora entera, Nápoles tuvo al Madrid a su merced y si no acabó dando un disgusto al gigante español fue por su falta de contundencia frente a Keylor Navas.
El cuadro merengue había comenzado con mucha seguridad, presionando bien, moviéndose en bloque. Pero le duró lo que tardó el Nápoles en filtrar su primer balón largo. De suerte Pepe era el único de los diez hombres de campo bien parado y estaba donde debía para cerrarle el paso al atacante del cuadro napolitano, pues en la media no había quien les frenara. Casemiro estaba demasiado ocupado atrás. Luka Modric y Toni Kroos, perdidos adelante.
Nápoles tenía entre las cejas ese sueño de clasificar a cuartos de final del torneo europeo por primera vez en su historia. Los locales sólo necesitaban un 2-0 para lograrlo, arropados por una grada que no dejó de animarlos y hacer ver sus suerte a los merengues.
Los italianos encontraron muy pronto su camino a la portería de Keylor - que era un manojo de nervios - y de una manera muy simple. Con balones largos entre líneas desde la media, velocidad y precisión al pase corto entre Mertens, Hamsik e Insigne.
La misma jugada repetida ante el creciente nerviosismo del tico hasta que Mertens se salió con la suya.
A los 24 minutos, Marek Hamsik repetía por enésima vez un pase peligroso a Mertens, que se internó en el área quitándose a Pepe para batir al tico con un disparo cruzado. San Paolo enloqueció. Nápoles, que estaba a un tanto de la gloria, redobló esfuerzos buscando el segundo.
El Real Madrid, lejos de cerrar huecos, se desordenó más y su defensa pasó de frágil a infame, lo que facilitó la misión a los de Sarri, que le montaron un asedio asfixiante a Keylor. Era, al final del día, el partido de sus vidas.
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